Más de 1 millón de muertes al año: así afectan la salud los combustibles fósiles
Más de 90 investigadores del mundo publicaron un revelador informe que muestra los efectos del cambio climático en la salud humana. Según su análisis, la dependencia a los combustibles fósiles está poniendo en riesgo el bienestar en el futuro. Solo en 2020, 1.2 millones de muertes estuvieron directamente relacionadas con la quema de combustibles fósiles
“Los líderes mundiales han subestimado gravemente la escala de los cambios climáticos en los que tenemos que embarcarnos”. Así introdujo Richard Horton, editor en jefe de la revista The Lancet los hallazgos de la séptima edición del reporte The Lancet Countdown, que reúne las conclusiones de 99 investigadores sobre los efectos del cambio climático en la salud humana. En un año donde períodos de sequía en Europa y Estados Unidos e inundaciones de Pakistán, Sudáfrica y Sudán del Sur se robaron titulares, los efectos del cambio climático sobre la salud humana están en aumento.
Los resultados del informe de este año son los más “nefastos” hasta el momento, desde 2016, cuando se empezó a publicar el documento. En un análisis de 43 indicadores relacionados a la salud, los investigadores monitorearon cómo las olas de calor, sequía, inundaciones y polución han afectado las tasas de mortalidad, presiones sobre los sistemas de salud e incluso la salud mental. Por primera vez, además, el reporte monitoreó los efectos del cambio climático en la seguridad alimentaria. Se encontró que los días de ola de calor se asociaron con 98 millones más de personas experimentando inseguridad alimentaria en 2020 que en el período de 1981-2010.
En la presentación del reporte, Tedros Adhanom Ghebreyesu, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), llamó la atención sobre uno de los puntos principales del informe: la dependencia a combustibles fósiles, como carbón, petróleo y gas natural, está poniendo en riesgo el bienestar humano, presente y futuro. “Los datos indican que ningún país está a salvo”, señaló el reporte. La quema de combustibles fósiles no solo perjudica la salud humana al contribuir al cambio climático (es responsable del 80% de los gases de efecto invernadero que emiten los humanos), sino que también tiene impactos directos, al contribuir a la polución.
“Debemos acabar con la adicción a los combustibles fósiles (…) Este reporte nos muestra el gran camino que todavía tenemos por recorrer”, dijo el director de la OMS. La descarbonización acelerada no solo evitaría el peor escenario para la salud humana, sino que también podría mejorar las condiciones de vida a nivel mundial, especialmente de quienes son más vulnerables.
Descarbonización para asegurar el futuro de la salud humana
El calentamiento mundial ya alcanzó los 1,1 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales y la quema de combustibles fósiles probablemente hará que las temperaturas sigan subiendo. Esta dependencia al petróleo, carbón y gas natural está afectando el mundo en esta gran escala, pero también impacta directamente el bienestar de las personas, por medio de la polución, por ejemplo.
En 2020, la exposición a PM 2,5, como se conoce a las partículas que tiene 2,5 micras o menos, y que están asociadas a problemas respiratorios y cardiovasculares, ambiental contribuyó a 4,2 millones de muertes. De estas, el 80% (3,3 millones) fueron atribuibles a emisiones generadas por humanos y 1,2 millones (35%) de esas estuvieron directamente relacionados con la quema de combustibles fósiles.
Por otra parte, los mercados de combustibles fósiles son “volátiles e impredecibles”, tienen cadenas de suministro frágiles y generan conflictos geopolíticos, indica el reporte. El más visible es la invasión rusa a Ucrania, que ha evidenciado un dato preocupante: millones de personas no tienen acceso a la energía que necesitan para mantener sus hogares a temperaturas saludables, conservar alimentos y medicamentos
Esta no es la única tendencia preocupante en los hogares del mundo. En 2020, la biomasa (como la leña) y los combustibles fósiles representaron el 31 % y el 26 % de la energía doméstica mundial, respectivamente. En los países más vulnerables y con índice de Desarrollo Humano (IDH) bajo, la situación es, en particular, alarmante, pues la biomasa representa el 96% de la energía utilizada para cocina, calefacción e iluminación en el hogar.
¿Por qué es inquietante esto? Un nuevo análisis muestra que, en 62 países, el aire que se respira dentro de los hogares superó en 2020, en un promedio de 30 veces, las concentraciones seguras recomendadas por la OMS. Estas residencias son las que usan regularmente combustibles sólidos para cocinar y calentar sus hogares. La OMS indica que el umbral de concentración de PM 2,5 es de 5 μg/m3. Los hogares rurales que utilizaron biomasa tuvieron una concentración de 168 μg/m3, mientras que los ubicados en áreas urbanas tuvieron una concentración de 91 μg/m3.
Estas cifras apuntan a que “el retraso en la transición hacia energías domésticas limpias está afectando profundamente la salud de las personas”, se lee en el informe. Marina Romanello, directora de The Lancet Countdown, manifestó que los sistemas de salud mundiales no están preparados para atender este tipo de problemas. “Vemos con gran preocupación, entonces, que los gobiernos y compañías continúen priorizando los combustibles fósiles, en detrimento de la salud”, dijo.
Y es que el reporte incluyó un nuevo indicador que analiza las estrategias de producción de 15 de las mayores empresas de petróleo y gas del mundo, a febrero de 2022. Este reveló que, si continúan por este camino, superarían su cuota de emisiones en un 37 % en 2030 y 103 % en 2040. Esto no solo haría que los objetivos del gran acuerdo climático, el Acuerdo de París, sean inalcanzables, sino que también perjudicaría seriamente los esfuerzos para lograr un futuro saludable y habitable. (También puede ver: ¿Como alcanzar la gran meta climática de Colombia para 2050?)
En medio del panorama de la invasión rusa a Ucrania, varios países se han aproximado al carbón para suplir su demanda de energía. Esto también es una “oportunidad gigante” para acelerar la transición hacia energías renovables y “evitar consecuencias catastróficas”, agregó Romanello.
La descarbonización rápida no solo evitaría los efectos más extremos para salud humana del calentamiento global, sino que también podría promover estilos de vida más saludables, de la mano de un sistema de transporte distinto, estilos de vida más activos y una mejor calidad del aire. El mensaje, dice Romanello, es que adoptar estas estrategias a gran escala puede hacer que “no solo sobrevivamos al cambio climático, sino que prosperemos”.
Las olas de calor y sus efectos en la mortalidad y seguridad alimentaria
Tal vez uno de los efectos más visibles y obvios del calentamiento global son las crecientes olas de calor y altas temperaturas. “Estas no solo son incómodas, sino que también son muy peligrosas”, indicó Romanello. Este año, las olas de calor en el verano europeo fueron una de las principales noticias.
Julio de 2022, de hecho, fue el año más cálido registrado en el suroeste de Europa en términos de temperaturas máximas promedio.
El reporte de The Lancet encontró que, entre 2000 y 2021, las poblaciones estuvieron expuestas a un aumento promedio de la temperatura de verano dos veces mayor que la media mundial entre 1986–2005. “La exposición al calor extremo se asocia con lesión renal aguda, insolación, resultados adversos del embarazo, empeoramiento de enfermedades cardiovasculares y respiratorias subyacentes”, señaló el informe.
Tal vez, uno de los efectos más impactantes en la relación de las altas temperaturas con la mortalidad, especialmente para los más vulnerables, como personas mayores y bebés. La mortalidad relacionada con el calor para las personas mayores de 65 años aumentó aproximadamente en un 68 %, comparando los períodos entre 2000–2004 y 2017–2021.
Por primera vez, además, el reporte de The Lancet monitoreó cómo las olas de calor afectaron la seguridad alimentaria a nivel mundial. Los días de calor extremo se asociaron a 98 millones de personas más que reportaron inseguridad alimentaria de moderada a severa en 2020 que el promedio en 1981–2010.
Una de las posibles razones vinculadas a este hallazgo es que “las altas temperaturas durante las temporadas de crecimiento conducen a una rápida maduración de los cultivos, lo que reduce el rendimiento potencial máximo que podría lograrse sin limitaciones de agua o nutrientes”, dice el informe. A esta explicación la acompaña otras cifras relevantes. El aumento de temperaturas en 2021 acortó las temporadas de crecimiento de los cultivos de maíz, arroz y trigo a nivel mundial. En comparación al período de 1981-2010, la temporada de crecimiento disminuyó en 9,3 días para el maíz, 1,7 días para el arroz y 6 días para el trigo de invierno y primavera.
¿Qué se puede hacer?
El informe concluye que la mayoría de los indicadores que relacionan la salud humana con el cambio climático están empeorando. La crisis climática es, entonces, una crisis de la salud. Aunque el panorama resulte deprimente, Anthony Costello, copresidente de The Lancet Countdown, aseguró que sí se puede actuar.
Una de las claves es evitar abordar cada una de las crisis concurrentes, como la inseguridad alimentaria, polución y muertes, de forma aislada. Hacerlo implicaría correr el riesgo de “aliviar una y empeorar otra”, indicó el informe. El impulso de una transición justa hacia las fuentes de energía limpia es uno de los puntos centrales que propone el informe. Esta no solo contribuiría a prevenir 1,2 millones al año, relacionadas con la quema de combustibles fósiles, sino que también “mejoraría los viajes con bajas emisiones de carbono y aumentaría los desplazamientos urbanos, espacios verdes, promovería la actividad física y mejoraría la salud física y mental”.
La salud humana debe ser estar en el centro de la respuesta conjunta al cambio climático. Esto implicará, posiblemente, “una reconstrucción completa de la civilización humana durante una generación”, dijo Richard Horton, director en jefe de The Lancet. Con el mundo en crisis, hacerlo representaría una de las últimas oportunidades para “asegurar un futuro más saludable y seguro para todos”, concluyó el informe.
Fuente: El Espectador