Aberrante: SEMANA encontró el espacio que en Guaviare se convirtió en la guarida para abusar de niños indígenas, quedó registrado en video
La tragedia que viven los niños en San José del Guaviare tiene espacio en un corredor criminal que en la capital del departamento se conoce como el “enrocado”. Se trata de un improvisado y raquítico malecón que en el día y la noche se llena de niños indígenas.
El “enrocado” está al final de una calle peligrosa llena de establecimientos nocturnos con padres y madres embriagándose, mientras los niños recorren las calles buscando comida y dinero, el trueque que hacen, en muchas ocasiones, incluye sexo.
SEMANA llegó a este punto, recorrió el “enrocado” y descubrió a dos niñas que huyeron de la luz en la noche. La Policía del Guaviare hace operativos y el ciclo se repite. Son los mismos niños lo que cada semana terminan en las mismas condiciones: sumidos en el consumo de estupefacientes y la prostitución.
“Nosotros, en el ejercicio de estar ahí pendiente de rescatarlos y llevarlos al bienestar familiar para que se restablezcan sus derechos… Ahí nos damos cuenta de dos niñas escasamente de 10 años, solas deambulando y los padres en otro lado”, cuenta el coronel Ramiro Heras, comandante de la Policía en Guaviare.
Las niñas que aparecieron y huyeron cuando vieron las luces de los celulares, fueron alcanzadas por la Policía de Infancia y Adolescencia, pero la rutina a ellas les resulta un juego. La inocencia las lleva a reírse del procedimiento policial, incluso aprovechan cualquier descuido de los uniformados para huir.
El “enrocado” se extiende a orillas del río Guaviare. En el día hasta parece un sitio turístico, pero en la noche, la oscuridad es cómplice de los vejámenes que tienen como víctimas a los niños. Es en este punto a donde llegan los abusadores con ofertas de dinero y hasta comida a cambio de sexo. Los niños acceden y el crimen se completa.
“Esto supera cualquier imaginación, es increíble ver niñas indígenas, que ni siquiera llegan a los 10 años, en estas condiciones, pero lo verdaderamente criminal es lo que adultos hacen con estas niñas”, señaló Jeferson Mena, procurador delegado para asuntos étnicos.
La vigilancia resultaría muy simple para las autoridades. El corredor no tiene más de 100 metros y todos, en San José de Guaviare, saben lo que ocurre, cuándo y a qué horas. Los vecinos advierten que informaron al ICBF, a la Policía y la Alcaldía, pero se hacen “los de la vista gorda”.
El “enrocado” se completa con una manzana que se conoce como la zona de tolerancia, más establecimientos nocturnos donde no hay espacio para los niños, por eso terminan en este submundo que tiene un piso más abajo, donde los menores se convirtieron en el placer de los degenerados.
“Cuando uno ve menores inhalando bóxer, en un estado de desconexión del mundo y a merced de los adultos, de verdad que debe quedar una gran reflexión como sociedad de ¿qué estamos haciendo?”, advirtió el delegado de la Procuraduría.
La Policía aseguró que hacen los operativos, llevan los niños al ICBF, allí les restituyen los derechos, los entregan a sus padres y nuevamente, en pocos días, los encuentran en la calle, bajo las mismas condiciones en un círculo criminal que parece no tener solución.
SEMANA